jueves, 9 de febrero de 2012

No deja de amanecer

La iconografía en su origen. Bordón es el tercero a la derecha arriba.

Dado que la mayoría de los arrestos por corrupción que se producen actualmente en Cuba recaen sobre hijos o nietos de dirigentes, la novedad (o lo que fue una novedad) ha ido perdiendo interés en el público. Están ocurriendo dos cosas: uno, que la gente se alegra, lo cual quiere decir que aprueba, lo cual quiere decir que el viejo fuego de la lucha de clases no se apaga en nuestros corazoncitos. (Un fantasma recorre Cuba...) ¡Muerte a la burguesía!, viene la idea de inmediato a la mente. La otra cosa es que, apenas los patrulleros y los carros jaulas de la Policía, o de la Económica, o de la Seguridad del Estado —como quiera que se llamen—, se tiran —balisas lumínicas girando sobre el techo y alarde habitual en todo el mundo de los agentes— sobre la casona o edificación de alguna empresa, la gente limita su cuestionamiento a una sola pregunta: ¿Y a cuál hijito de papá cogieron ahora? Bueno, uno de los últimos que cayó es un nieto del comandante Víctor Bordón, que en 1958 recibió al Che Guevara al pie del Escambray luego de la esforzada caminata del argentino y sus hombres —43 días desde la Sierra Maestra—, para llevar la guerra al centro de la isla. Bordón, que se apagó pronto en el firmamento revolucionario, fue uno de los 16 elegidos para poblar las dos páginas centrales de un álbum de pegatinas de la historia de la Revolución Cubana. Postalitas le llaman los cubanos. Venían envueltas en unos caramelos que parecían supositorios. Los de Bordón eran de vainilla. Su pegatina (o postalita) era la número 136. Estaba acompañada —en el sistema preestablecido de colocación del álbum— por la del comandante Rolando Cubelas (pegatina a su derecha), y la del comandante Eloy Gutiérrez Menoyo (izquierda). No crean que es juego. Aparecer aquel año en el álbum de la Revolución Cubana no era fácil. Nada fácil. Hubiese sido hoy como un equivalente al Buró Político. Bien, pues, el nieto del pobre Bordón cae preso en una de las recientes causas de corrupción. ¿Y qué hace el abuelo? Pues acudir al Presidente de la República. Raúl. El compañero Raúl. Su compañero Raúl, desde los buenos tiempos del Ejército Rebelde. ¿Respuesta de Raúl? Sí, inmediata. Y limpia e inobjetable. Le dice a su ayudante (y es textual): "Coño, chico, dile a Víctor que si no me va a hablar de su nieto preso, yo lo recibo. Pero si quiere hablarme del nieto, que se olvide. Porque yo tengo en este momento un yerno preso y una hija que no me habla". El yerno es Julio César Díaz Garrandés, hijo de un coronel del Ejército cubano, arrestado desde junio de 2011 por un caso de corrupción en una empresa de telecomunicaciones, y la hija es Nilsa Castro Espín, que le retiró el habla a su padre desde que le levantaron en peso a Julio César. El comunismo. ¿No lo ven allá arriba? Sigue flotando.